Alejandro Sánchez: "Nunca he sido competitivo con los demás, si acaso conmigo mismo"
Es el primer estudiante que recibe dos galardones en la misma edición de los premios anuales del Colegio Oficial y la Asociación Española de Ingenieros de Telecomunicación
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Alejandro Sánchez Postigo se ha convertido en el protagonista más destacado de la 36ª edición de los Premios que convocan anualmente el Colegio Oficial y la Asociación Española de Ingenieros de Telecomunicación y que se entregan esta tarde en Madrid, al ser el único en lograr sumar dos galardones –Proyecto Fin de Carrera y Trayectoria académica- en la presente edición y ser el primero en lograrlo en toda la historia de los premios. Todo un logro, que él mismo se encarga de relativizar: “es un poco pretencioso presumir que soy el primero en la historia en conseguir dos premios porque la categoría de Mejor trayectoria académica se ha añadido hace dos o tres años, antes sólo se reconocían los Proyectos Fin de Carrera y las Tesis doctorales y era imposible sumar dos premios en una misma edición porque las tesis se defienden años después de haber terminado los estudios de Ingeniería”. Toda un lección de modestia para un alumno muy particular que confiesa sentirse tan atraído por la tecnología como por la Filosofía y que no se siente nada competitivo.
En estos momentos prepara su tesis en la ETSI de Telecomunicación de la UMA con un contrato predoctoral de Personal Investigador en Formación, al tiempo que profundiza sus conocimientos en electromagnetismo y fotónica integrada, sus principales áreas de interés en estos momentos. Alejandro es natural de Estepona, municipio en el que nació en 1991. Desde muy temprana edad, “creo que tenía unos 10 años”, comenzó a interesarse por la tecnología. “Al principio -apunta- pensé que iba a estudiar Ingeniería Informática, pero cuando tuve los primeros contactos con la Física y las Matemáticas pensé que la Informática era demasiado restrictiva, por lo que comencé a indagar otras posibilidades”. La decisión final la tomó cuando estudiaba bachillerato en el instituto público Mar de Alborán. “Tuve muy buenos profesores en asignaturas científicas en mis años de bachiller”, confiesa, aunque, curiosamente, reconoce que “el que más me marcó y el que me ayudó a tomar la decisión fue Eugenio Fernández Robles, mi profesor de Filosofía”.
“Fue Eugenio el que me animó a decidirme por los estudios técnicos; aunque nunca he abandonado la Filosofía; me apasionaba y me sigue apasionando”. “A día de hoy -explica- no me gusta definirme como hombre de ciencias o de letras; porque creo que esos compartimentos estancos no son apropiados para encerrar al ser humano; creo que somos más complejos y completos”. En la actualidad compatibiliza su trabajo con sus otras tres grandes pasiones: la filosofía, el cine y la literatura y siempre encuentra tiempo para leer textos de Nietzsche, disfrutar con películas de Paul Thomas Anderson o releer “El retrato de Dorian Gray”, “una obra increíble en la que Oscar Wilde aborda de manera brillante muchos problemas del hombre que siguen vigentes en la sociedad actual”.
Tras tomar la decisión de cursar estudios de Telecomunicación, Alejandro dedicó un tiempo a estudiar qué escuela le podía interesar más. “La cercanía con mi domicilio siempre tuvo un peso a la hora de decidirme, pero también contrasté los programas de todas las escuelas de Andalucía y las opiniones de estudiantes que cursaban la carrera en distintas escuelas; la de Málaga parecía la de mayor prestigio y la de mayor exigencia y me decidí por ella y creo que acerté en la decisión porque me he encontrado un nivel muy bueno tanto en lo personal como en lo académico”. Tras tomar la decisión y superar la Selectividad, Alejandro ya tuvo trascendencia mediática porque el suyo era el mejor expediente académico de la provincia aquel año. “Fue una pequeña locura -recuerda-, me hicieron un montón de entrevistas y salí en muchos medios, fue un poco agobiante, aunque también una alegría para mí y para mi familia; además tampoco duró mucho tiempo, la cosa se calmó enseguida y he podido seguir mis estudios con normalidad”.
Durante los cincos años que han durado sus estudios de Ingeniería de Telecomunicación (Alejandro pertenece a la última promoción del plan antiguo) ha tenido oportunidad de conocer muchas materias y muchos profesores. “Es difícil generalizar -explica-, pero salvo contadas excepciones creo que todos han sido entre buenos y muy buenos tanto en la faceta profesional como en la humana; podría citar los nombres de varios profesores que me han apoyado y me siguen apoyando día a día; aun así, destacaría a Gonzalo Wangüemert, mi tutor en el Proyecto y actualmente codirector de tesis y el que más ha influido en que optara por dedicarme a la fotónica, el que me ayudó a terminar mi Proyecto en plenas vacaciones de Navidad y el que me animó a presentarme a la convocatoria de los premios del Colegio y la Asociación; pero ya digo que no ha sido el único”.
PROYECTO, TESIS Y PUBLICACIONES
El Proyecto que le ha valido el premio del Colegio y la Asociación llevaba por título “Análisis y diseño de nuevas estructuras para aplicaciones de sensado en la banda del infrarrojo medio” y abordaba las posibilidades de desarrollo de dispositivos fotónicos en una banda del espectro de luz -la conocida como infrarrojo medio- que no se han comenzado a estudiar en óptica integrada hasta fechas relativamente recientes. “Es un trabajo de ciencia básica que puede facilitar estudios posteriores para aplicaciones en sensores y en otro tipo de dispositivos de distintas disciplinas desde la astrofísica a la medicina. No tiene aplicaciones inmediatas, pero abre la puerta para acercar a la realidad campos que hasta hace pocos años estaban reservados a la ciencia ficción”.
En la actualidad se encuentra trabajando en su tesis doctoral que, de alguna manera, es una profundización del trabajo ya elaborado en su Proyecto Fin de Carrera y una aproximación a esa confrontación con la realidad ya que su objetivo es el “Desarrollo de dispositivos fotónicos integrados en el infrarrojo medio”. En este camino ya iniciado, Alejandro ha diseñado ya un dispositivo que sirve como acoplador de la luz de un circuito óptico integrado a la fibra óptica.
“De forma muy simplificada, los gratings -explica Alejandro- son dispositivos que permiten acoplar la luz entre una fibra óptica y un chip fotónico; algo parecido al empalme que se requiere para conectar una cañería general de agua con las cañerías que llevan el agua a los grifos. Este tipo de acopladores no son nuevos, pero los existentes o no tienen mucha eficiencia o tienen limitaciones en el ancho de banda que pueden cubrir. El dispositivo que hemos diseñado en la UMA permite conjugar ambos parámetros y proporciona un alto nivel de eficiencia para un amplio ancho de banda”. El trabajo de Alejandro ya ha sido aceptado por una de las revistas científicas de referencia en el campo de la óptica, “Optics Letters”, y verá la luz en un próximo número de esta revista que edita la Optical Society of America.
UN FUTURO CON LUCES Y SOMBRAS
Con sólo 24 años, Alejandro afronta un futuro que podría considerarse luminoso, aunque él no lo tiene todo tan claro: “Ahora tengo que terminar todo lo que tengo empezado y cumplir los cuatro años de contrato hasta que termine la tesis doctoral, más adelante ya veremos. Me gustaría seguir trabajando en el ámbito de la investigación y me gustaría hacerlo en España, pero esto último no sé si lo voy a poder conseguir. La situación de la investigación en nuestro país es muy mala, es muy complicado conseguir financiación para proyectos de futuro y si los gobiernos no tienen claro la importancia de la investigación, si no invierten en su desarrollo, tendré que tomar la decisión de salir al extranjero”. Misma decisión que se han visto obligadas a tomar Elena Abdo y Dina Bousdar, sus compañeras que comparten premios del Colegio y la Asociación.
Alejandro también hace referencia al resto de compañeros con los que ha compartido clases y con los que ahora comparte espacio en los laboratorios. “He tenido la suerte estos años de compartir vivencias con chicos y chicas muy brillantes; unas vivencias que son mucho más rentables que la competitividad entre nosotros. Creo que todos nos hemos beneficiado. A mí la única competitividad que me vale es conmigo mismo, tratar de superarme y hacer mejor las cosas cada día... cuando esa competitividad se convierte en una suerte de envidia, de querer acabar con el otro para que se note más tu brillo, creo que no aporta gran cosa; estoy seguro de que resta más de lo que suma, tanto en el plano científico como en el estrictamente humano”.
24-06-2016